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Redescubriendo la ilusión por aprender

 

En el año 1931, el entonces Ministro de Instrucción Pública D.  Marcelino Domingo, creo las Misiones Pedagógicas con la finalidad de “difundir la cultura general, la moderna orientación docente y la educación ciudadana en aldeas, villas y lugares, con especial atención a los intereses espirituales de la población rural”. Para llevarlo a cabo se promovieron diferentes actividades, entre ellas destacaba una: el cinematógrafo. El pase de imágenes en movimiento cautivaba y fascinaba a un público ávido de nuevas experiencias.
 

Muchos años han pasado, el desarrollo de las nuevas tecnologías ha querido sin saberlo restituir ese espíritu de fascinación, pero la realidad ha sido otra. El embrujo ha quedado diluído en estas nuevas herramientas, más que en los contenidos que presentan.

¿Fascinación por las nuevas tecnologías o fascinación por los contenidos? Las nuevas tecnologías sin contenidos no tienen razón de ser y los contenidos pueden prescindir de ellas ya que lo realmente importante es que estén incrustados con la vida, que hunde sus raíces en las relaciones humanas.

 

Durante toda la vida estamos aprendiendo y nos estamos educando. Vivimos, aprendemos y nos educamos para ser felices. La felicidad es una sensación de bienestar no definible que no proviene de conseguir algo (la satisfacción de dar respuesta a una necesidad genera otra necesidad), sino de tener motivos por los cuáles levantarnos día a día y acostarnos con la conciencia tranquila. El poderlo conseguir depende de nosotros mismos. Ni el profesorado, ni los padres tienen como finalidad el cumplimiento de este objetivo hacia su alumnado o sus hijos, pero sí la de proporcionarle unas herramientas que faciliten su consecución. Una de ellas es la curiosidad. Como docentes estamos obligados a fomentar la curiosidad de nuestro alumnado, por lo que debemos favorecer los ambientes creativos y experimentadores. La creatividad está unida con la acción y no hemos de olvidar que se aprende haciendo, con lo que las metodologías activas y sustentadas en entornos cooperativos son entornos altamente favorables.
 

Curiosidad, felicidad, creatividad, experimentación y metodologías activas son elementos constituyentes de un nuevo enfoque educativo al que denominamos pedagogía de la fascinación. Este punto de vista  tiene por objeto proporcionar guías para planificar, ejecutar y evaluar procesos de enseñanza y aprendizaje aprovechando la atracción irresistible de ciertos contenidos generadores de ideas, dentro de una visión holística y emocional. Recalcamos la palabra ciertos, porque somos conocedores que hay  algunos apartados del saber que propician este camino, más que otros. Son temas que aparentemente transgreden el sentido común y el orden establecido,  o  bien invitan a plantear una nueva forma de comprender las cosas, permitiendo conexiones inusuales o insospechadas: criaturas y personajes extraordinarios, lugares desconocidos o inexplorados, la física de lo imposible, la inteligencia artificial, el mundo invisible microscópico, etc. Los contenidos que forman parte de las investigaciones en la frontera del conocimiento científico, donde lo real parece (pero sólo parece) imaginario, ejercen un enorme poder de fascinación en los seres humanos, y especialmente en los niños y jóvenes.

 

El misterio fascina, enlaza con el mundo afectivo-emocional del alumnado y provoca un torrente de imágenes e ideas. Labor del profesorado es seleccionarlas y reubicarlas bajo los criterios de efectividad, transferencia y generación de cambios cognitivos. Una idea novedosa es didácticamente útil cuando es sorprendente, concreta, visualizable y aporta una potente carga emocional. Por ello los contenidos fascinantes son un excelente recurso motivador. A nivel cerebral, incrementan la actividad del sistema límbico (emociones) provocando conexiones con la corteza cerebral (conocimientos), y liberando en ambos casos endorfinas que graban nuevos caminos sobre los que enraizará la información aprendida. Son una auténtica carga de profundidad dirigida a catalizar el proceso enseñanza-aprendizaje.

 

Pero no hemos de quedarnos solamente ahí. Ese momento de apertura al aprendizaje por el alumnado debe ser aprovechado para la generación de nuevos procesos de enseñanza relacionados directamente con el currículo escolar, desarrollando una red de conceptos dónde una metodología por proyectos o una línea de investigación educativa puede ser las más aprovechables dentro de un contexto cooperativo.

 

La pedagogía de la fascinación fomenta el espíritu de superación y de descubrimiento. Constituye una posible clave pare para superar esa enseñanza basada en mínimos conformistas. Es ideal para los alumnos y profesores que desean ir más allá, que tienen aptitudes o inquietudes  que superan los intereses de la mayoría de la población.

 

Genera transferencia de conocimiento y desarrollo competencial,  al mismo tiempo que favorece el desarrollo de un pensamiento crítico (análisis y síntesis), y permite llegar hasta la aplicación práctica de lo aprendido, anticipando ideas novedosas que resuelvan problemas reales o sugieran líneas de innovación o invención. En resumen, se centra en el desarrollo de procesos cognitivos más avanzados que la simple adquisición o comprensión de la información ya conocida. Procesos fundamentales y necesarios en la educación de nuestro alumnado ya que el objeto de aquélla, en palabras de Herbert Spencer, es formar seres aptos para gobernarse a sí mismos, y no para ser gobernados por los demás.

 

Naturalmente un profesor que quiera moverse por el marco de la pedagogía de la fascinación deberá estar predispuesto a una forma de trabajo más activa con sus alumnos. Para ello tendrá que contar con unos buenos mimbres: la búsqueda y selección de la información en un mundo cambiante, la actualización científica y metodológica donde descubrirá los materiales fascinantes, el conocimiento real de los intereses de sus alumnos y del mundo de la cultura infanto-juvenil, la búsqueda de redes de conexión conceptuales, el estímulo de la creatividad, o el fomento de unas relaciones basadas en la sensibilidad y la afectividad. En definitiva deberá estar dispuesto a educar para la vida, convirtiéndose en un auténtico arquitecto de la fascinación.

 

Juan Cruz Barranco Elfau, Javier Mateos Maroto y Juan C. López Garzón

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